En una sociedad donde se elogia la juventud, hablar de la situación y la problemática relacionada con el envejecimiento y la vejez parece no tener importancia o bien, llega de manera lenta a la conciencia colectiva.
En todo el mundo la proporción de personas de 60 años y más, se incrementa de manera acelerada en relación con los otros grupos etarios, lo anterior debido a la disminución de los índices de fecundidad, natalidad y mortalidad, y un aumento en la esperanza de vida de las personas.
El envejecimiento poblacional es un hecho indiscutible, representa un reto y al mismo tiempo un triunfo en las políticas de salud. Los países desarrollados tomaron conciencia de la importancia de la atención de las personas mayores hasta finales de la segunda gran guerra. En la mayor parte del mundo, el envejecimiento de la población tardó más de 115 años; fue un proceso gradual que permitió realizar las intervenciones sociales, económicas y jurídicas necesarias para brindar una atención adecuada y generar mejoras en la calidad de vida de este grupo de la población.
Hasta el siglo XX, los estudios sobre el envejecimiento y la vejez no recibían todo el apoyo necesario a causa de la falta de visibilidad de las personas mayores; tal como lo señala Ken Dychtwald “La gente no envejecía, se moría”.
En los países en vías de desarrollo el envejecimiento avanza con rapidez, en menos de 50 años se alcanzó lo que a los países desarrollados les llevó más de cien. América Latina envejece de manera rápida y heterogénea y es víctima de la llamada transición demográfica.
De esta manera, nace la gerontología con un profundo compromiso humanista y social; atendiendo de manera directa e indirecta el envejecimiento, la vejez y a la persona mayor en un contexto de prevención y planes de intervención dentro de las esferas biopsicosociales y el plano espiritual, considerando la opinión y el deseo de las personas mayores, e involucrando a los gobiernos, las instituciones, la academia, la sociedad civil, la familia y las personas cuidadoras.
El término gerontología proviene de los prefijos geronto = viejo, y logo = estudio o tratado. En1903, fue definido por Michel Elie Metchnikoff como “Una ciencia para el estudio del envejecimiento”, de igual manera la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, definió a la gerontología como una ciencia de manera formal, además de ser considerada como una disciplina, ya que hace referencia a un concepto más amplio que sólo el científico.
De ahí que surja la importancia de tener profesionales en gerontología. La o el gerontólogo, es la persona profesional del área de la salud de manera integral que atiende la triada envejecimiento, vejez y persona mayor dentro de un contexto biológico, psicológico, social y espiritual.
Las y los gerontólogos deben cumplir con al menos dos características para la realización de sus objetivos; basarse en el método científico y enfocarlo con intervenciones de calidad en el proceso del envejecimiento y la etapa de la vejez.
Este profesional, está formado y capacitado para realizar valoraciones gerontológicas integrales así como realizar intervenciones acordes a cada perfil de la persona mayor, fomentar el autocuidado, la independencia, la autonomía y favorecer una cultura de envejecimiento y de prevención con la finalidad de alcanzar niveles de bienestar y alta calidad de vida en la población adulta mayor; es competente en la implementación de estrategias de cambio en políticas públicas, programas, modelos de atención y seguridad social que redunden en el bienestar y la mejora en la calidad de vida de este grupo etario, la familia y la población; asimismo cuenta con los conocimientos y las habilidades para el manejo de Instituciones y Centros de Atención Gerontológica, así como la investigación, docencia y gerontagogía.
Sin embargo, la persona gerontóloga debe estar formada de manera multi, inter y transdisciplinar, así como contar con aptitudes, capacidades y habilidades como ética profesional, crítica y autocrítica, resiliencia, generar nuevos conocimientos, liderazgo, trabajo en equipo, relaciones interpersonales, comunicación oral y escrita, investigación, desarrollo, habilidades pedagógicas y gerontagógicas, ser cálido y gentil, respetuoso, empático, habilidad de escucha, entre otras.
Independientemente de las y los profesionales en gerontología, aquellos que se involucren en la atención al envejecimiento, la vejez y la persona adulta mayor, deben formarse en el área gerontológica, siempre y cuando realicen sus intervenciones fundamentadas en beneficio de la mejora de la calidad de vida de las personas mayores y se brinde una atención con calidad y calidez para este grupo poblacional.
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