En un mundo donde todo parece moverse con prisa, la lectura sigue siendo uno de los refugios más serenos y enriquecedores que podemos encontrar. Para los adultos mayores, revalorar el acto de leer no solo es recuperar un pasatiempo, sino también abrir una puerta a mundos infinitos, viajar sin maletas y encontrar en las palabras una compañía silenciosa y fiel.

Leer no es simplemente pasar los ojos por una página. Es detenerse, sumergirse, dejarse llevar. Cada libro ofrece una oportunidad para escapar de las preocupaciones, revitalizar la imaginación y conectar con pensamientos, culturas y emociones que trascienden el tiempo y el espacio.

En la adultez mayor, cuando el ritmo externo puede desacelerarse, la lectura se convierte en una compañera inigualable. A través de una novela, un poema o un ensayo, se puede recorrer ciudades lejanas, revivir épocas pasadas, entender nuevas formas de ver la vida o, simplemente, reencontrarse consigo mismo en el eco de las palabras.

Además, la lectura nutre la mente y el espíritu. Estimula la memoria, fortalece la concentración, fomenta la empatía y brinda temas de conversación que enriquecen las relaciones interpersonales. Leer es un acto de autocuidado intelectual y emocional que nunca pierde vigencia.

Hoy, más que nunca, revalorar la lectura es también un acto de resistencia frente al ruido y la superficialidad. Es elegir el silencio fecundo sobre el bullicio vacío. Es permitirse, sin culpa, tomar una tarde para viajar a mundos invisibles, crecer en sabiduría y alimentar el alma.

Porque en cada página leída con el corazón, el lector no solo encuentra historias: se encuentra a sí mismo.

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