Cada 12 de mayo, el mundo detiene por un instante su agitado ritmo para rendir homenaje a una figura esencial, muchas veces invisibilizada: la enfermera. Esta fecha no es casualidad. Conmemora el nacimiento de Florence Nightingale, pionera de la enfermería moderna, cuya visión transformó la atención sanitaria de su época y sentó las bases para una profesión que hoy sigue salvando vidas desde el silencio y la constancia.

El Consejo Internacional de Enfermeras estableció esta conmemoración en 1974, pero su espíritu ha acompañado a generaciones de profesionales desde mucho antes. A lo largo de los años, cada celebración ha traído consigo un lema que refleja los desafíos del presente. En 2025, el llamado es claro: «Nuestras enfermeras. Nuestro futuro. El poder económico del cuidado». Esta consigna nos invita a repensar el valor del cuidado no solo desde una perspectiva humanista, sino también estratégica. Porque invertir en enfermería es fortalecer la salud pública y, a la vez, dinamizar la economía con una fuerza laboral indispensable.

Las enfermeras y enfermeros no solo asisten en momentos críticos. Son educadores en prevención, líderes en comunidades, enlaces entre pacientes y médicos, y sobre todo, rostros de consuelo en medio del dolor. En países como Costa Rica, su presencia se multiplica en hospitales, clínicas, zonas rurales y urbanas. A menudo trabajan con recursos limitados, largas jornadas y bajo presión, pero su profesionalismo resiste donde muchos sistemas colapsarían.

Sin embargo, no basta con agradecerles una vez al año. Esta jornada debe servir también para visibilizar sus luchas: la falta de personal, las condiciones laborales injustas, la escasa proyección profesional. No hay salud sin enfermería, y no puede haber dignidad en la salud sin dignidad en su ejercicio.

Por eso, más allá de las flores y las placas conmemorativas, el mejor homenaje es el compromiso: reconocer, invertir, escuchar y valorar a quienes cada día nos cuidan con sabiduría, empatía y vocación. Hoy, más que nunca, el futuro de la salud tiene nombre propio. Y muchas veces, ese nombre es el de una enfermera.

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