Asistimos a un fenómeno totalmente nuevo, revolucionario y definitorio del siglo XXI: el envejecimiento poblacional.  Los procesos de industrialización, urbanización y modernización social, junto a los enormes avances tecnológicos, científicos y sanitarios han provocado la disminución de las tasas de natalidad y mortalidad las cuales, acompañadas por el aumento de la esperanza de vida, se han constituido en las dos fuerzas causales de este hecho demográfico inédito en la historia de la humanidad. En perspectiva global, todas las regiones del mundo envejecen; cada día hay más Personas Mayores en la sociedad y con una alta expectativa de años por vivir.

Visión de las Personas Mayores en la sociedad

Ahora bien, la imagen que la sociedad tiene de las Personas Mayores, de la vejez como fenómeno social y del envejecimiento como proceso y estado demográfico, está asociada de forma casi automática a elementos negativos. Culturalmente, ha prevalecido una visión de la vejez que tiende a identificar a las Personas Mayores como un grupo poblacional supuestamente homogéneo caracterizado por la inactividad, improductividad y dependencia, condicionando de este modo el rol social de los adultos mayores. Así pues, gran parte de los estudios sociológicos se realizan desde un enfoque asistencialista y excluyente de la vejez, centrándose en el impacto y las consecuencias alarmistas que tendrá el acelerado envejecimiento de las poblaciones en cuestiones de salud, previsión social, modificaciones de la fuerza de trabajo en el mercado laboral, en fin, aspectos que relacionan al conjunto de las Personas Mayores con el espacio de la carga presupuestaria y social, el retiro, las pérdidas y la ruptura de vínculos sociales.

No obstante, la esperanza de vida cada vez más alta y las mejores condiciones físicas y mentales de las Personas Mayores para continuar trabajando, el retiro obligatorio del mercado laboral  a una edad temprana, la crisis de solvencia económica que han atravesado en las últimas décadas las instituciones que brindan servicios a las Personas Mayores, entre otros factores, han dado cuenta de un grupo importante de la población que habiendo alcanzado los 60 o 65 años, umbral de edad que establece arbitrariamente el cese de la vida laboral y el  inicio de la vejez, continúan o desean continuar realizando una variedad de actividades productivas y  contribuyendo significativamente al desarrollo y bienestar de la familia y la sociedad.

Las Personas Mayores siguen siendo productivas

Partiendo de dicha tesis, con el presente post pretendo realizar una lectura diferente de la situación actual de la población de Persona Mayores, reconociendo su potencial productivo como un rasgo que ha sido invisibilizado en nuestra sociedad y, al mismo tiempo, ha favorecido a reforzar los estereotipos y reduccionismos que colocan las necesidades asistencialistas de las Personas Mayores por sobre sus aportes diarios a las personas que los rodean y a la comunidad en la que viven.

La mayoría de los estudios gerontológicos han descuidado el análisis de tales aspectos, que resultan esenciales para comprender de manera adecuada el mundo cotidiano de las Personas Mayores. La falta de reconocimiento de dichas actividades productivas se debe en parte a la creencia socialmente compartida que considera que el trabajo y la vejez son realidades opuestas o difícilmente conciliables. Sin embargo, reconocidos especialistas en la temática cuestionan la equivocada asociación entre productividad y empleo remunerado y destacan la importancia de valorar las capacidades y contribuciones de las Personas Mayores a la sociedad, con un criterio más amplio que el de productividad en términos estrictamente económicos.

En la actualidad, nos encontramos frente a un sector de la población con una esperanza de vida superior a la de generaciones precedentes y con una enorme vitalidad, cuya actividad en el mercado laboral ha finalizado al cumplir la edad establecida para el retiro formal pero sus condiciones personales los motivan a seguir activos y productivos.

Por lo dicho anteriormente, es preciso reconocer la variabilidad y diversidad de intereses, características y experiencias del curso de la vida que influyen en la forma en que se envejece. Estas consideraciones son fundamentales sí se pretende mejorar la calidad de vida de las Personas Mayores dado que, el respeto a sus derechos y el reconocimiento de sus contribuciones son claves para alcanzar una vejez plena.

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