Más de una vez por semana te asalta el mismo pensamiento: esa voz en tu cabeza que te repite una y otra vez que hiciste a un lado la posibilidad de estudiar y especializarte en cosas que te encantaban – y aún lo hacen – debido a las circunstancias y decisiones de tu vida. De pronto, entonces, te encuentras absorto en una incontable lista de ¿Y si hubiera...? Y mientras sigues pensando que las oportunidades se fueron, desperdicias momentos que justamente podrías invertir en retomar aquello que tanta pasión y gusto te genera.
Por eso, en esta ocasión queremos compartirte 4 razones que consideramos importantes para que te atrevas a comenzar o retomar tus estudios durante la tercera edad, esperando que te sean motivadoras y útiles.
En la mayoría de los casos, cuando eres adulto mayor, ya no padeces tanto de los condicionamientos sociales y económicos; es decir, eres totalmente dueño de tu tiempo y tu dinero. Esto te permite concentrarte en esas cosas que te apasionaría aprender, pues ya has experimentado muchas de las otras cosas que te pueden dar satisfacción como persona (enamorarte, casarte, tener hijos, construir un hogar y un patrimonio, viajar, etc.).
Es por eso que estudiar durante la tercera edad se convierte en una de las opciones más fructíferas y reconfortantes, pues se hace exclusivamente por placer y con la intención de seguir superándose.
Los resultados de diversas investigaciones especializadas a nivel mundial han comprobado que estudiar después de los 60 años ayuda a mantener la plasticidad cerebral, que es la encargada de realizar las interconexiones entre neuronas por medio de estímulos continuos. Así, en consecuencia, el estudio (lectura + memorización + aprendizaje de cosas nuevas) previene enfermedades mentales asociadas a la edad, y mejora notablemente la calidad de vida de las personas después de los 75 años.
Y es que hay médicos geriatras que señalan que el cerebro, como los músculos, se desarrolla más mientras más se ejercita; evitando así su pronto deterioro.
Gracias a la constante exposición de las virtudes de estudiar en la tercera edad, y aunado a otros factores sociales relacionados al estilo de vida actual, se han multiplicado las opciones disponibles y matrícula de estudiantes de edad adulta dentro de las escuelas y universidades de todo el mundo. Es cada vez más común encontrar a personas mayores de 60 años siendo partícipes de cursos y actividades académicas. Además, se ha logrado una mayor integración de ellos con el resto del alumnado para que su participación sea tan plena, activa y productiva como la de cualquiera.
Y por si lo anterior fuera poco, es admirable reconocer que muchos países de América Latina han creado universidades o espacios exclusivos para las personas de la tercera edad, por ejemplo, Costa Rica, la UNED.
Sumado a los efectos positivos de estudiar en la tercera edad que ya hemos mencionado, muchos de los adultos mayores que deciden ingresar a alguna escuela o universidad descubren nuevas aptitudes cognitivas y de socialización que los llenan de motivación, estima y alegría. Además – según una investigación de la Universidad Católica de Chile -, “la educación influye en la percepción de autoeficacia; es decir, en la capacidad de los adultos mayores de tener control sobre lo que les ocurre. Por tanto, la persona educada adopta un rol activo frente a su proceso de envejecimiento”.
Si consideramos estas 4 razones y nuestras ganas de no dejar que la vida se pase sin vivirla plenamente, elegir estudiar es una de las mejores decisiones que una persona puede tomar en cualquier etapa de su vida; pero en la tercera edad, podría significar una experiencia sumamente provechosa y conveniente.
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