Dormir parece un asunto cada vez más difícil. En una sociedad hiperconectada como la nuestra, la necesidad del sueño queda relegada en un plano casi oculto y, sin embargo, cuanto menos parecen dormir las personas, más se habla de la importancia que tiene hacerlo. Tal vez en esta advertencia no solo tengan que ver los efectos inmediatos que encuentran los investigadores en prescindir del descanso, que ni son pocos ni baladíes, sino también el hecho de que, si la juventud ya duerme poco, ¿qué ocurrirá a medida que envejezca?
El envejecimiento afecta también a la capacidad de nuestro cerebro para entrar en modo «pause» durante unas horas. Como es evidente, a medida que cumplimos años nuestro organismo se va deteriorando poco a poco. Y, si bien esto produce que en general perdamos energía, dentro de nuestro cráneo ocurre lo contrario: tus neuronas se activan más.
Un equipo de científicos estadounidenses guiado por el profesor de la Universidad de Stanford Luis de Lecea ha identificado ahora cómo los circuitos cerebrales involucrados en la regulación del sueño y la vigilia cambian con el tiempo. El estudio, publicado recientemente en el portal de la revista ‘Science’, apunta que cuanto más activas se vuelven las neuronas, más disparan; y si disparan más, te despiertas con más frecuencia.
Una sustancia exclusiva
Hasta ahora, el insomnio a menudo se ha tratado con una clase de medicamentos conocidos como hipnóticos, pero se ha ido comprobando en la práctica que los mismos no funcionan muy bien entre la población de edad avanzada. Asimismo, las investigaciones han demostrado que la falta de sueño está relacionada con un mayor riesgo de múltiples problemas de salud, desde hipertensión hasta ataques cardíacos, diabetes, depresión y acumulación de placa cerebral relacionada con el Alzheimer. Todo encaja, además, con que estas sean algunas de las principales enfermedades con las que acarrean las personas de mayor edad.
En 1998, de Lecea y otros científicos ya descubrieron que en la estabilización del estado de vigilia influyen unas sustancias concretas: las hipocretinas. Producidas por las neuronas, transmiten señales que juegan un papel vital cuando nos vamos a la cama. Pero las hipocretinas son un tanto exclusivas, ya que son generadas solo por un pequeño grupo de neuronas localizadas en el hipotálamo, una región cerebral ubicada entre los ojos y los oídos.
Se calcula que, de los miles de millones de neuronas que podemos tener en el cerebro, solo alrededor de 50.000 producen hipocretinas. Quizás por ser minoría han pasado un tanto desapercibidas en la ciencia, hasta ahora. En su nuevo estudio, estos investigadores las han tomado como protagonistas.
La energía de las neuronas
El equipo seleccionó ratones jóvenes (de tres a cinco meses) y mayores (de entre 18 y 22 meses) y utilizó la luz transportada por fibras para estimular neuronas específicas en sus cerebros. Lo que encontraron durante el proceso fue que los ratones más ancianos habían perdido aproximadamente el 38% de las hipocretinas en comparación con los ratones más jóvenes.
Estos resultados no eran, sin embargo, novedosos, pues en investigaciones anteriores ya se había demostrado que la degradación de las hipocretinas conduce a la narcolepsia en humanos, perros y ratones. Lo verdaderamente nuevo es que, partiendo de la hipótesis de que los mecanismos del sueño son iguales en todos los mamíferos, hayan encontrado qué causa esta pérdida.
Descubrieron de esta forma que las hipocretinas que quedaban en los ratones mayores eran más excitables y se activaban con más facilidad, lo que hacía que los animales fueran más propensos a despertarse. El siguiente paso, apunta de Lecea, es probar los datos recientes en ensayos clínicos. Mientras tanto, ya apuntan un medicamento empleado para tratar la epilepsia podría ser prometedor.
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