Fue así como dió origen el desarrollo de una organización dedicada a servir a la persona adulta mayor y nace del sueño de un grupo de personas quienes junto con los sacerdotes jesuitas el Padre Luis Gutiérrez S.J. y el Padre Luis Martínez S.J. lograron concretar dicho sueño y convertirlo en realidad y es así como surge el Hogar para Ancianos en Lourdes de Montes de Oca.
En 1980 se dió la compra del lote y fue hasta el 28 de abril del año 1990 que se inaugura con una Santa Eucaristía presidida por el Padre Jaime Vera Fajardo, presidente de la Junta Directiva el Hogar para Ancianos Nuestra Señora de Lourdes.
Para el 26 de julio de 1990 ingresan los primeros adultos mayores, Sra. Carmelina Abarca Morales, Fermina Umaña, Josefa Rojas Mora y el Sr. Misael Vargas.
La administración inició con las Hermanas Religiosas, la Junta Directiva y el apoyo de las Damas Voluntarias y un grupo de personas que con su esfuerzo, dedicación y trabajo levantaron esta maravillosa obra.
Con la llegada del padre Santiago Anitua, S.J. quien vino a sustituir al padre Gutiérrez la construcción continúo su curso a pesar de los grandes obstáculos que se presentaron en el camino. La obra sobrepasaba los 15 millones de colones que gracias al apoyo del Gobierno Central de la Repúblicay a las gestiones del Sr. Jorge González Masís, se logra una partida específica, también se obtuvo la colaboración de la primera dama Sra. Margarita Penón de Arias, la diputada Rose Mary Karspinsky, el Instituto Nacional de Aprendizaje, en las personas del Ing. Abundio Gutiérrez Matarrita y el Lic Luis Ramírez Arguedas, el Instituto Mixto de Ayuda Social, el Ministerio de Transportes, la Junta de Protección Social y los aportes constantes de la comunidad.
Para el 04 de marzo de 1990 el Hogar para Ancianos estuvo a cargo de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada Concepción, congregación que es un Instituto de Derecho Pontificio.
Parte de los requisitos al ingresar al Hogar es la disposición de dejar fuera el desaliento y la tristeza, aprender a convivir y recobrar valores morales y sentimientos perdidos, aunque se encuentren limitadas sus fuerzas físicas o en su salud, mantener un espíritu y deseo de vivir.