La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el edadismo como «los estereotipos, los prejuicios y la discriminación contra las personas debido a su edad».

En todas las sociedades existen estereotipos sobre las personas mayores y sobre la vejez muy simplistas que no reflejan la realidad. Por ejemplo, se asocia la edad avanzada con fragilidad, dependencia o deterioro físico y mental. Esto origina prejuicios, prácticas discriminatorias y desigualdad, y además se ignoran las distintas experiencias de envejecimiento que cada persona tiene individualmente. También se piensa que las personas mayores no tienen relaciones sexuales, por lo que se las excluye de los programas de salud sexual. O que las personas mayores viven o reciben apoyo de otros miembros de la familia, por lo que no se les proporciona la ayuda ni los servicios que realmente necesitan. Esto es especialmente grave en el caso de que exista una crisis, una catástrofe natural o un conflicto armado.

El edadismo es la existencia de estereotipos y conductas discriminatorias hacia las personas en razón de su edad. Es un problema extendido e insidioso que afecta negativamente a la salud de las personas mayores.

Se trata de actitudes que los ancianos enfrentan a diario. Se les excluye del mercado de trabajo, se restringen los servicios sociales a los que pueden acceder y se les presenta en los medios de comunicación mediante estereotipos. En definitiva, el edadismo margina y excluye a los ancianos de su comunidad.

A pesar de ser un problema omnipresente, es el prejuicio social más «normalizado» y en muchos lugares no se actúa para combatirlo, como ocurre con el racismo o el sexismo. Lo vemos en los medios de comunicación, cuando presentan a los ancianos como personas «frágiles» y «dependientes».

Influye en las instancias normativas, inconsciente o deliberadamente, cuando deciden reducir los presupuestos en lugar de realizar cambios en los servicios públicos e invertir en infraestructuras para adaptarlas al envejecimiento de la población. Estas actitudes generalizadas pero inadvertidas provocan la marginación social de las personas de edad y afectan negativamente a su salud y su bienestar.

Las personas mayores que se ven como una carga para los demás pueden acabar pensando que su vida tiene menos valor y, como consecuencia de ello, son más proclives a la depresión y el aislamiento social. En un estudio realizado por Levy et al1 se observó que el promedio de vida de las personas mayores encuestadas que tenían actitudes negativas con respecto al envejecimiento fue 7,5 años más corto que el de las que no tenían actitudes positivas.

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