La jubilación no es ni debe ser un sinónimo de inactividad para las personas mayores y menos aún suponer que dejan de contribuir con su esfuerzo al desarrollo económico y social. Muy al contrario, salvo las que tienen algún grado importante de incapacidad siguen manteniendo una importante actividad contributiva, muchas veces desde el propio ámbito familiar. La crisis, por ejemplo, ha hecho que muchos jubilados hayan tenido que acoger y mantener en sus casas a la familia de alguno de sus hijos y ello con el único recurso de la jubilación, muchas veces escasas. También se ocupan del cuidado de sus nietos mientras los padres de éstos trabajan. O cuidan a familiares enfermos dependientes. O realizan un trabajo de apoyo social no remunerado, acompañando a personas que viven solas, atendiendo comedores sociales, o desarrollando numerosas actividades de este tipo bajo el paraguas de alguna ONG.

Muchas otras, por ejemplo las que viven de la agricultura, siguen trabajando hasta que el cuerpo aguante aún estando jubilados. La edad de jubilación de hecho, carece de argumentos biológicos que impongan limitaciones a la capacidad de las personas. Y, por otra parte, el incremento de la esperanza de vida hace que los mayores tengan una necesidad continua de mantenerse no sólo activos, sino también productivos. Una inquietud que, dicho sea de paso, muchas veces se desaprovecha. Ellos sólo necesitan oportunidades y cauces adecuados para desarrollar todo su potencial y lo hacen generalmente de forma desinteresada o no remunerada, como se prefiera decir.

Afortunadamente, cada se estimula más la actividad de las personas mayores como medio de mantener una buena salud, un mayor nivel de bienestar y unas relaciones sociales plenas que les alejen de la soledad y el dejar pasar el tiempo. Pero lo cierto es que por el momento este estímulo se concentra en el voluntariado, permitiendo suplir carencias que el propio sistema no es capaz de llenar.

En algunos países, sin embargo, se aprovecha la experiencia de las personas mayores, tanto profesional como personal, para mejorar la actividad económica del país, más allá de los viajes y la ocupación del ocio. Algunas empresas, por ejemplo, utilizan a los trabajadores que se jubilan para formar a los más jóvenes. Y lo hacen compartiendo el pago de la pensión con el Estado.

En definitiva, las personas mayores tiene mucho que aportar a la sociedad moderna en ese cada vez más largo periodo de vida que se abre tras la jubilación.

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