La felicidad es un concepto muy amplio y que tiene varias vertientes. La felicidad hedonista es aquella que está basada en la consecución del placer y la felicidad eudaimónica es la que podemos sentir al desarrollarnos como personas y conseguir propósitos vitales. Una persona por lo tanto será más feliz en función de lo que entienda por felicidad, en función de  sus circunstancias vitales, su estilo de vida y su personalidad. Visto así, sentirnos más o menos felices con nuestra vida depende en gran parte de la percepción que tengamos de la felicidad, de la actitud que adoptemos, las elecciones que hagamos y las decisiones que tomemos y parece que a medida que ganamos años, ganamos también felicidad.

Para Rocío Fernández-Ballesteros, catedrática de la Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad Autónoma de Madrid, somos más felices a partir de los 60 años debido a que:

  • Somos capaces de experimentar emociones con la misma intensidad que cuando somos jóvenes.
  • Las experiencias emocionales que consideramos negativas o desadaptativas se dan con menor frecuencia a partir de los 60 años.
  • Hay mayor riqueza y complejidad emocional, ya que con los años se aprende a manejar adecuadamente el mundo afectivo, lo que hace que seamos más maduros emocionalmente.

Cuando sobrepasamos cierta edad, aprendemos a sentirnos mejor con nosotros mismos, con los demás y en general con el mundo que nos rodea y esto tiene mucho que ver con la felicidad. Esta visión de nuestros mayores felices parece chocar con la imagen distorsionada y estereotipada de lo que es envejecer. A veces pensamos en los achaques físicos y psicológicos (que los puede haber) pero se nos olvida poner en la balanza las ventajas y el aprendizaje que nos ofrece la edad. Solo tenemos que mirar a nuestros mayores para darnos cuenta de que:

  • Son fuente de sabiduría, han vivido más que nosotros.
  • Saben adaptarse mejor a las circunstancias porque ya lo han hecho otras veces.
  • Conocen sus fortalezas y destrezas puesto que ya las han utilizado.

Todo ello, tal y como señalan los diversos estudios, hace que nuestros mayores se sientan más seguros, confiados y felices.

Y qué ocurre con los cuidadores ¿Cuánto de felices son? Por un lado el acto de cuidar es una fuente de felicidad eudaimónica que nos reconforta y agrada, pero también es un hecho muy abnegado que nos exige un esfuerzo físico, psicológico y emocional importante que puede enturbiar este  tipo de felicidad. La buena noticia es que podemos contrarrestar el desgaste del cuidado con:

  • Aumentando la felicidad hedonista (aquí hay cabida para infinidad de cosas, desde regalarnos un masaje, hasta una buena conversación con amigos, salir al cine o al teatro, etc.)
  • Dedicarnos ratos a nosotros mismos y a nuestro propio cuidado.
  • Tener hábitos de vida saludables.

Son algunos ejemplos que nos pueden ayudar a mantener nuestro nivel de felicidad alto en calidad de cuidadores.

Y después de leer esto te estarás preguntando cuánto de feliz eres tú o los mayores que te rodean. Si quieres descubrirlo te animamos a que hagas el Cuestionario de Oxford sobre la Felicidad, test homologado de 29 cuestiones que analiza tu felicidad.

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