Cuanto más viejos, más felices. A pesar de los achaques de salud y de la pérdida de la calidad de vida, los mayores de ochenta años son por lo general más felices que los que se encuentran entre la franja de los cincuenta y los setenta, de acuerdo con un estudio realizado entre 10.000 adultos en Gran Bretaña y publicado esta semana en Journals of Gerontology.

«Nuestro estudio tira por tierra el mito de que la vejez es un momento inevitable de infelicidad», sostiene el doctor Stephen Jivral, de la Universidad de Londres y autor del estudio realizado con hombres y mujeres mayores de cincuenta años.

«Las dificultades en la vida diaria y la disminución del bienestar a partir de cierta edad no influyen aparentemente en el grado de felicidad que se tiene en el estado avanzado de la vida», asegura Jivral. «Lo que más parece pesar a esa altura es la sensación de logro en la vida».

Balance de la vida

«Al cumplir los ochenta años, uno suele mirar hacia atrás y pasar revista a todo lo vivido», añade el doctor Jivral. «Cuando a alguien se le pregunta a esa edad por el nivel de satisfacción, lo normal es que responda que es bastante alto. También puede estar probablemente relacionado con la percepción de la fragilidad y de la propia mortalidad».

El estudio confirma de alguna manera y da incluso más relevancia a las conclusiones de la psicología positiva. Según Martin Seligman, autor de La auténtica felicidad, el «sentido de la vida» (vinculado a la sensación de logro personal) es un factor más decisivo que la salud y el dinero para contribuir a la sensación de bienestar subjetivo.

«Nuestra investigación demuestra que el significado de felicidad, entendida como la manera en que juzgamos nuestro grado de satisfacción con la vida, va cambiando con la edad», concluye el doctor Stephen Jivral. «Las prioridades de la gente varían con los años. Todos aprendemos de alguna manera a apreciar o valorar más lo que hemos conseguido».

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