Costa Rica está experimentando un cambio demográfico significativo: el número de adultos mayores se ha duplicado en las últimas dos décadas. Según el Censo 2022 realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), las personas mayores de 65 años representan ahora el 10,1% de la población, un incremento de 4,5 puntos porcentuales desde la última medición.

Este crecimiento se debe en gran medida a la combinación de una baja tasa de fecundidad y una alta esperanza de vida. Mientras que Costa Rica ha superado los cinco millones de habitantes, la estructura de su población está cambiando hacia una mayor proporción de ciudadanos mayores.

«El país está envejeciendo. Esto implica que debemos tomar medidas prontas en cuanto a políticas públicas para beneficiar a esta población», comenta Elizabeth Solano, subgerente del INEC. «Más que una preocupación, es algo que debemos abordar de manera proactiva. Las personas mayores requieren cuidados específicos y todos estamos en camino de llegar a esa etapa de la vida. Necesitamos políticas públicas efectivas para garantizar la sostenibilidad de este crecimiento».

Este cambio demográfico plantea desafíos únicos. A medida que la población envejece, aumenta la demanda de servicios de atención médica, asistencia social y opciones de vivienda adecuadas. A su vez, con menos personas en la fuerza laboral, puede haber menos ingresos fiscales disponibles para financiar estos servicios.

Sin embargo, una población envejecida también puede ofrecer oportunidades. Los adultos mayores aportan experiencia, sabiduría y a menudo tienen más tiempo para contribuir a sus comunidades. El desafío para Costa Rica, y para muchos otros países que enfrentan tendencias demográficas similares, será equilibrar las necesidades y las contribuciones de todos los segmentos de su población en el diseño de sus políticas públicas.

Las decisiones que tomemos hoy sobre el cuidado de la salud, la seguridad social, la vivienda y otros temas clave, determinarán si Costa Rica está preparada para apoyar a su creciente población de adultos mayores en las próximas décadas. En lugar de ver el envejecimiento de la población como una amenaza, debemos verlo como una oportunidad para reevaluar y mejorar nuestras políticas públicas para satisfacer las necesidades de todos los ciudadanos.

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