El síndrome de fragilidad no es sinónimo de discapacidad ni de enfermedad. Este síndrome biológico se caracteriza por una disminución de las reservas fisiológicas y una falta de resistencia, lo cual provoca que los adultos mayores pierdan su capacidad de adaptación al estrés ambiental, haciéndolos más susceptibles a las hospitalizaciones, la discapacidad y la mortalidad. Además, los adultos con fragilidad corren el alto riesgo de que declinen sus facultades cognitivas. Si te preguntas cómo detectar el síndrome a tiempo, acude a los criterios que indico a continuación:

  • Pérdida de peso sin ninguna intención.
  • Fatiga o bajo nivel de energía.
  • Falta de capacidad para hacer actividades físicas.
  • Debilidad muscular como la falta de firmeza en la mano al agarrar algo.
  • Marcha lenta al caminar.

Como ves, estos síntomas nos indican la situación delicada o vulnerable en la que se encuentra un adulto mayor, cuya salud podría declinar rápidamente, situación que lo hace dependiente del cuidado familiar o lo pone en peligro de muerte. Aunque se conocen varios factores de riesgo para la fragilidad, no se sabe de un tratamiento específico e individual de prevención, según la Dra. Sara E. Espinoza, jefe de la sección de investigación de la División de Geriatría, Gerontología y Medicina Paliativa de UT Health, San Antonio. Añade, la Dra. Espinoza, que varios estudios han demostrado que el ejercicio físico y los ejercicios de resistencia y fortalecimiento, que se practican para mantener la independencia del adulto mayor, ayudan a mitigar la fragilidad.

Aunque existen guías en las que se recomienda una combinación de ejercicio aeróbico y fortalecimiento, la Dra. Espinoza insiste en que cualquier tipo de actividad física tiene beneficios, así sea ejercicios esporádicos de baja intensidad.

¿Qué cosas nos predisponen a la fragilidad a medida que envejecemos?

  • La edad avanzada.
  • Las enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión, enfermedades cardiacas y renales, etc.
  • El cáncer.
  • La depresión y la falta de sueño.
  • La malnutrición o una dieta no balanceada (ya sea por carencia de nutrientes o por exceso en el consumo de alimentos).
  • La pérdida de masa muscular (sarcopenia).
  • Los procesos inflamatorios, ya sea por estrés, infecciones u otras enfermedades.

¿Qué acciones podemos tomar?

Nunca es tarde para hacer cambios. Puedes empezar con pequeñas acciones que podrían traer grandes beneficios.

  • El ejercicio es un poderoso atenuante del papel que juega la edad avanzada en la mortalidad de una persona. Mantente activo y haz del ejercicio una parte de tu estilo de vida. No se trata de ir a un gimnasio a levantar pesas. Si, por ejemplo, trabajas en el jardín, tienes la oportunidad de hacer ejercicios de fortalecimiento al excavar huecos, mover maseteros, cargar tierra y abono, o empujar una carretilla. Si el trabajo en el jardín no es posible, puedes hacer ejercicios con bandas de caucho en casa.
  • Mantén una dieta baja en sodio (sal). La recomendación usual es menos de 1,500 miligramos al día. Lee los rótulos de los alimentos que compras. Es importante, sobre todo, para aquellas personas que sufren de hipertensión.
  • Limita el  consumo de las grasas saturadas a menos del 10% de las calorías que consumimos al día. Cuando reemplazamos las grasas saturadas por grasas no saturadas reducimos nuestro riesgo de enfermedades cardiovasculares.
  • Baja el consumo de colesterol. La recomendación actual es no consumir más de 300 miligramos al día.
  • Mantén moderado el consumo de alcohol. Esto quiere decir, no más de una bebida alcohólica al día para las mujeres, y no más de dos para los hombres.
  • Continúa con los exámenes médicos de rutina y los cuidados preventivos, como vacunas, chequeo de la presión arterial, azúcar en la sangre, colesterol, exámenes de detección del cáncer, y de densidad de los huesos.
  • Finalmente, si nos han diagnosticado enfermedades como la diabetes, la hipertensión, la osteoporosis, o la enfermedad cardiaca, podemos darle batalla a la fragilidad manteniendo estas enfermedades bajo control, asistiendo a los chequeos médicos, tomando nuestros medicamentos adecuadamente, y haciendo cambios en nuestro estilo de vida para poder seguir tan activos e independientes como sea posible.

Recordemos que la meta es lograr un envejecimiento saludable para poder ser autónomo e independiente. Para mantener la fragilidad a raya debemos saber manejar los cambios en nuestro ambiente y en nuestro cuerpo.

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