Francisco está convencido de que “envejecer no es una condena, es una bendición”. Así al menos lo asegura en el Mensaje para la Jornada Mundial de los Abuelos, convocatoria creada por el pontífice argentino y que celebrará su segunda edición el próximo 24 de julio en el marco de la festividad de santa Ana y san Joaquín, los abuelos de Jesús de Nazaret.

Francisco está convencido de que “envejecer no es una condena, es una bendición”. Así al menos lo asegura en el Mensaje para la Jornada Mundial de los Abuelos, convocatoria creada por el pontífice argentino y que celebrará su segunda edición el próximo 24 de julio en el marco de la festividad de santa Ana y san Joaquín, los abuelos de Jesús de Nazaret.

Partiendo del salmo 92 que expone que “en la vejez seguirán dando fruto”, el Papa de 85 años: “Esto va a contracorriente respecto a lo que el mundo piensa de esta edad de la vida; y también con respecto a la actitud resignada de algunos de nosotros, ancianos, que siguen adelante con poca esperanza y sin aguardar ya nada del futuro”.

Cultura del descarte

Francisco arremete una vez más contra la “cultura del descarte”,  consciente de que “la ancianidad a muchos les da miedo”, en tanto que “la consideran una especie de enfermedad con la que es mejor no entrar en contacto”. Incluso lanza una crítica velada a quienes envían a sus mayores a residencias amparándose en “tener que hacernos cargo de sus preocupaciones”.

“La ancianidad, en efecto, no es una estación fácil de comprender, tampoco para nosotros que ya la estamos viviendo”, confiesa el Papa, que lamenta cómo la sociedad ofrece “planes de asistencia, pero no proyectos de existencia”. De hecho, incluso llega a afirmar que “estamos tentados de exorcizar la vejez escondiendo las arrugas y fingiendo que somos siempre jóvenes”.

Tiempo útil

Para Francisco, “la ancianidad no es un tiempo inútil en el que nos hacemos a un lado, abandonando los remos en la barca, sino que es una estación para seguir dando frutos”.

La publicación del mensaje coincide con un momento especialmente complejo para el Papa Francisco, dado que la rotura de los ligamentos de su rodilla derecha le ha obligado a permanecer en silla de ruedas y alterar su agenda hasta tal punto que se ha visto obligado a retrasar su viaje a Líbano previsto para este mes de junio.

Crisis de certezas

El pontífice admite en su reflexión que, cuando “las fuerzas declinan o la aparición de una enfermedad pueden poner en crisis nuestras certezas”. Frente a esta sensación de decaimiento, Jorge Mario Bergoglio recomienda continuar con la actividad y el aprendizaje, especialmente “desde el punto de vista espiritual, cultivando nuestra vida interior por medio de la lectura asidua de la Palabra de Dios, la oración cotidiana, la práctica de los sacramentos y la participación en la liturgia”.

Junto a esto, recomienda a los mayores cultivar “la relación con Dios, las relaciones con los demás, sobre todo con la familia, los hijos, los nietos, a los que podemos ofrecer nuestro afecto lleno de atenciones; pero también con las personas pobres y afligidas, a las que podemos acercarnos con la ayuda concreta y con la oración”.

En este sentido, reivindica también la figura de los abuelos como referentes de paz en un mundo en guerra para “enseñar a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo a ver a los demás con la misma mirada comprensiva y tierna que dirigimos a nuestros nietos”. “Hoy podemos ser maestros de una forma de vivir pacífica y atenta con los más débiles”, apunta Francisco. Así les presenta como promotores de “la revolución de la ternura” con una tarea concreta: “proteger el mundo” con acciones concretas y con la oración.

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