La función principal del psicólogo en el ámbito de la tercera edad está relacionada con promover la participación activa de la persona mayor en un momento concreto de su vida en el que, tanto el buen funcionamiento físico y la adecuada capacidad cognitiva y alto compromiso con la vida, lo sitúan en un nivel aceptable de participación psicoterapéutica. Los factores psicológicos que permiten una adecuada adaptación a los cambios vinculados al proceso de envejecimiento son los relativos al declive físico y los asociados al ambiente social. Ejemplos de estos últimos serían los derivados de la jubilación o la pérdida de seres queridos.

En cuanto a las estrategias de afrontamiento necesarias para encarar el deterioro físico y cognitivo, nuestro interés consistiría en que la persona fije sus objetivos, valore sus capacidades y busque, de alguna forma, cómo llegar a las metas propuestas, a pesar de las limitaciones. Hay que considerar que, durante las primeras etapas de la vida, los recursos de la persona se centran en el crecimiento, en la adultez, en los recursos de mantenimiento y, finalmente, en la vejez, éstos se centran en la regulación de las pérdidas. La persona mayor tiene que ir renunciando cada vez a un mayor número de cosas.

En el trabajo de consulta, interesa desarrollar en la persona habilidades de afrontamiento. El afrontamiento es un factor estabilizador que facilita la adaptación psicológica a periodos de estrés. Se sabe que, a medida que envejecemos, se muestra una mayor preferencia por desarrollar estrategias internas de afrontamiento frente a los problemas, debido, principalmente, a la pérdida de los recursos físicos, sociales y psicológicos.

Podemos clasificar en cuatro los dominios sobre los que el psicólogo interviene facilitando y promoviendo un envejecimiento más activo, y, por lo tanto, más saludable:

  • El estilo de vida y el funcionamiento físico
  • La mejora del funcionamiento cognitivo
  • El mantenimiento del nivel de funcionamiento afectivo y de afrontamiento
  • El interés en el funcionamiento social y participativo.

Sabemos que la actividad física y mental son predictores indiscutibles de un envejecimiento más saludable. Actividades como el deporte, las actividades culturales, sociales y de ocio predicen en gran medida una mayor calidad de vida en las personas de edad avanzada. En la actividad está la clave para el buen mantenimiento y optimización de funciones.

A continuación presentaremos un listado de algunas de las manifestaciones problema que podrían darse en la vejez y que son modificables:

  • Ante el declive intelectual, podemos proponer ejercicios mentales.
  • Frente a los olvidos, aprender estrategias para recordar.
  • Ante los sentimientos de soledad, desarrollo de habilidades sociales e incremento de actividades agradables.
  • Frente a la lentitud, hacer ejercicio.
  • Si sentimos la movilidad reducida, haremos estiramientos
  • Si presentamos insomnio, aprenderemos relajación e higiene del sueño
  • Ante la fatiga, haremos ejercicios aeróbicos.
  • Si sentimos depresión, llevaremos a cabo actividades agradables y entrenaremos la reestructuración cognitiva.
  • Ante el aburrimiento, buscaremos crear nuevos aprendizajes.
  • Si mostramos presión arterial alta, fortaleceremos el ejercicio físico y controlaremos el peso.
  • Si presentamos artritis, y artrosis, haremos rehabilitación, ejercicio físico y dieta.

En definitiva, en nuestra calidad de psicólogos aplicados nos interesa trabajar sobre:

  • La promoción de hábitos de vida saludables
  • La estimulación cognitiva
  • El entrenamiento en habilidades emocionales, percepción de control interno, solución de problemas
  • El desarrollo de habilidades sociales.

 

El modo de desarrollar lo anterior sería a través del establecimiento de un programa de promoción de la salud dirigido a las personas mayores. Aquí el papel del psicólogo es más el de un asesor, educador y agente social, dentro de un contexto de promoción de la salud. La idea esencial es que la persona mayor desarrolle su papel como verdadero protagonista y de participación social que le corresponde dentro del entramado comunitario de que forma parte.

Por último, y para terminar con la descripción de los distintos papeles que desarrolla el psicólogo en el marco del envejecimiento activo, es necesario enfatizar el importante papel que podemos tener en la transmisión de habilidades y recursos personales en momentos de cambios vitales significativos. Todo ello en un contexto de asesoramiento individualizado y también desde una perspectiva de prevención de la dependencia. Para que se haga la solicitud de ayuda en los momentos de crisis vitales, es necesario que la persona mayor sea consciente de dicha necesidad. Si somos capaces de transmitir a las personas mayores con las que nos relacionamos la importancia de potenciar lo que venimos denominando envejecimiento activo, esto supondrá, con el tiempo, que no enfoquemos la ayuda psicológica únicamente ante la presencia de cuadros patológicos, sino a considerarla en un contexto de facilitación de potenciales cambios personales y promoción de bienestar.

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